h1

¿Ser Bueno sin Dios?

febrero 24, 2010

‘Los enigmas de Dios son más satisfactorios que las soluciones del hombre’
G.K. Chesterton

Por algo que podría definir como ‘casualidad’ (lo que sea que ésta palabra signifique), me encontré con esta curiosa campaña publicitaria que puede verse en muchas partes de California, específicamente en el área de Sacramento:

La valla publicitaria reza, de manera literal: ‘¿Eres bueno sin Dios? Millones lo son’. De acuerdo a la Sacramento Area Coalition of Reason, organización responsable del anuncio antes mencionado, los anuncios obedecen a ‘una iniciativa para lograr unidad entre los escépticos de la nación…’, de manera que ‘las personas que piensan de esta manera sepan que no están solas, y que no solo los creyentes tienen derecho a divulgar sus creencias’.

El anuncio me pareció curioso por varias razones, pero sobre todo por una razón. A través de mis años de lecturas y conversaciones con ateos, sigo llevándome la impresión que sus argumentos siguen siendo los mismos. No importa si el argumento es presentado en forma de paradoja, como en el caso de Bernard Shaw, o si es explicado de una manera menos ortodoxa, como en el caso del Señor H.G. Wells; sea con un gigante del pensamiento como Nietzsche, o con uno de los modernos hombres de ciencia como Richard Dawkins, sus argumentos, aunque aderezados con diferentes sabores y matices, siguen siendo insatisfactorios a fuerza de reprobar el examen lógico que claman poseer.

Hay casos muy lamentables en los que los defensores del ateísmo tratan explicar su creencia amparados en algún tipo de ciencia exacta (especialmente biología), y encuentran que aquello que consideraban un apoyo para su pensamiento es al final un ataque al mismo. Son muy pocos los científicos respetables que en la actualidad crean en la teoría de evolución, siendo tan evidente que la misma no consiste en un ataque contra la fe, sino contra la razón, de hecho no conozco un solo físico teórico u astrónomo que crea en la misma.

Me atrevo a decir que el argumento fundamental (no digo que no haya otros argumentos, me decepcionaría que no los hubiese con tanta gente dedicada a la defensa de ateísmo a tiempo completo) sostenido por muchos ateos sigue siendo el mismo, porque es el mismo que alguna vez sostuve; el mismo mostrado en la famosa valla publicitaria.

¿Con qué bases me atrevo a decir lo que digo? Primero que nada, necesitamos someter a un análisis lógico la ya mencionada frase publicitaria ‘¿Eres bueno sin Dios?’ y el análisis tomará la forma de un tu quoque:

Cuando dos personas discuten, es común ver a uno (o a ambos) tratando de probar que el otro está en lo incorrecto. Sin importar el por qué, después de observar detenidamente notaremos cierto rasgo muy peculiar en el género humano, y es la noción subconsciente que todos tenemos acerca de un estándar ‘invisible’ con el cual nos comparamos y comparamos a otros. C.S. Lewis explica muy bien esto en ‘Right and wrong as a clue to the meaning of the universe’, y es que sin importar qué clase de personas sean, o en qué clase de discusión estén inmersas, las personas siempre se apoyan en un estándar de comparación. Puede ser la discusión por un tratado internacional entre dos naciones, o la simple discusión de dos individuos que pelean por el asiento en el autobús. Un país expresará que irrespetó un tratado porque ‘violaba sus derechos particulares’, pero no es de sorprenderse que el mismo país reclame después que otra nación violó otro tratado que le favorecía. ¡Yo llegué primero! –dirá alguien en el autobús– pero, ¿Merece acaso el asiento por haber llegando antes que el otro? En estas discusiones cada uno de los participantes argüirá que tiene la razón, y en caso de no tenerla, tratará de proporcionar una explicación del porqué considera que el estándar debe ser obviado en esa situación particular. ¿Qué nos hace admitir como correcto que sea el primero y no el último el que tome el mejor lugar? ¿Por qué nos parece injusto que se haga una distinción arbitraria en dos tratados que tienen la misma validez? Al parecer todos tenemos una bien marcada noción que nos ayuda a distinguir el bien del mal, una noción que no recibimos por imposición, sino que es natural a nosotros. Lewis denomina esta noción colectiva de lo ‘correcto e incorrecto’ como ‘Ley de la naturaleza humana’. Alguien podría objetar que es un atrevimiento denominar ese estándar como Ley, pero es algo muy interesante que precisamente tengamos la decisión de obedecer o no a esa ley, a ese estándar al que estamos sometidos de manera inconsciente, mientras que nos sucede algo muy distinto con las leyes de orden científico, como las de la química y la física; es decir, alguien puede decidir hacer lo que considera correcto o no, pero no puede decidir si caer o no al lanzarse por un precipicio. También existe la tendencia a pensar que esa ley es tan solo una norma de comportamiento que depende de nuestra cultura, y que en otras épocas, las normas de moralidad eran distintas. Si se es riguroso en este aspecto, no se encontrarán diferencias sustanciales en las normas de comportamiento aprobadas en las sociedades de distintas épocas. Solo basta darle un vistazo a la cultura de los antiguos egipcios, babilonios, chinos y griegos. En ninguna de estas culturas puede hallarse una diferencia moral que pueda considerarse sustancial. ¿Hemos acaso conocido una cultura en la que se premie a los soldados por huir en medio del fragor de la batalla, o donde sea considerado correcto traicionar a aquellos que nos ayudan o donde la amistad sea desestimada? A eso me refiero con el estándar. Y Me sorprende que el discurso del ateo siga apoyándose en ese estándar, siendo ese estándar,  (más parecido a una mente que a otra cosa), por su arbitrariedad de selección, lo que los cristianos llaman consciencia. Un ateo riguroso no debería hablar de un bien o un mal, si no posee un marco de referencia. Un ateo que habla refiriéndose a un estándar de la manera que actualmente lo hacen, no está mas que aceptando la existencia de lo que intenta atacar.

¿Y qué con todo esto? El materialista (algunas veces ateo) nos brinda su explicación del todo: nos dice que todo lo que existe, que la materia y el espacio, siempre han existido. Y la materia se ha comportado de ciertas maneras arbitrarias y que por fuerza del azar, colisiones y muchas transformaciones, los elementos químicos se juntaron hasta alcanzar formas de vida como las que conocemos, y por otra casualidad entre millones de posibilidades, los elementos hallaron un equilibrio propicio y la temperatura correcta para la subsistencia en uno de los tantos millones de planetas de un vasto sistema, produciendo seres que piensan y razonan como nosotros. La explicación cristiana, en cambio, nos dice que la existencia del estándar que todos tenemos grabado en nuestra mente es fruto de la mente que nos creo, a saber, Dios. Sin un estándar de referencia no se puede hablar de un bien o mal absolutos.

De nuevo se hace presente el clásico argumento del ateo, que yo mismo sostenía hace años, y también Lewis experimentó.

Cuando era ateo, no hace muchos años, si alguien me hubiese preguntado, ¿por qué no cree en Dios?, mi respuesta habría sido más o menos la siguiente: «Observe el universo en que vivimos. Es en su mayor parte un espacio vacío, completamente oscuro e increíblemente frío. Los cuerpos que se mueven en él son tan pocos y pequeños en comparación con el espacio mismo que, aun si supiéramos que cada uno de ellos está repleto de criaturas perfectamente felices, sería difícil creer que la vida y la felicidad fueran algo más que un mero subproducto para el poder que creó el universo. Sin embargo, tal como se ve, los científicos creen probable que muy pocos soles, quizá ninguno a excepción del nuestro, tengan planetas; y, en nuestro sistema solar, es muy poco factible que exista vida en algún planeta que no sea la Tierra. La Tierra ya existía millones de años antes que hubiese vida en ella, y puede existir millones más, una vez que ésta desaparezca. Y, ¿cómo es la vida mientras dura? Se da de un modo tal, que todas sus formas pueden vivir solamente mediante la depredación. En las formas inferiores este proceso sólo implica muerte; pero, en las formas superiores se manifiesta una cualidad diferente, llamada conciencia, que les permite llevarlo a efecto con dolor. Las criaturas producen dolor al nacer, viven causando dolor y, en su mayoría, mueren con dolor. En la criatura más compleja de todas, el hombre, se manifiesta, aun, otra cualidad, que llamamos razón, que le permite prever su propio dolor —que es precedido por un agudo sufrimiento intelectual—, como también prever su propia muerte, aun cuando ansíe fervientemente seguir viviendo. La razón también permite a los hombres, mediante un centenar de maquinaciones ingeniosas, infligir muchísimo más dolor del que sin ella podrían haberse causado unos a otros y a las criaturas irracionales. El hombre ha ejercido este poder al máximo; su historia es en gran parte un archivo de crímenes, guerras, enfermedades y terror, con suficientes dosis de felicidad como para producirle, mientras dura, un angustioso temor a perderla y, una vez que se ha perdido, la terrible desgracia de recordar. De vez en cuando, el hombre mejora su condición y aparece aquello que llamamos civilización. Sin embargo, todas las civilizaciones desaparecen e, incluso mientras duran, producen suficientes sufrimientos que le son propios y que, probablemente, exceden el alivio que pueda haber traído consigo a los sufrimientos normales del hombre. Que nuestra civilización haya hecho esto, no puede discutirse; que morirá al igual que todas las anteriores, es seguramente probable. Incluso, si no fuera así, ¿qué pasaría? La raza está condenada. Toda raza que nace a la vida, en cualquier lugar del universo, está condenada; ya que, según se dice, el universo se está debilitando y será algún día un infinito uniforme de materia homogénea a baja temperatura.

Todo terminará en nada: al final toda vida resultará haber sido una mueca transitoria y sin sentido de la faz necia de la materia infinita. Si me pide que crea que esto es obra de un espíritu benévolo y omnipotente, mi respuesta es que toda evidencia apunta en sentido opuesto: o a éste el bien y el mal le son indiferentes, o se trata de un espíritu maligno, o en el peor de los casos, este ser es tan solo producto de la mente humana».

Evidentemente basaba mi razonamiento en el bien y mal, sin saber que de manera indirecta estaba aceptando la existencia de aquello a lo que intentaba oponerme. Pero, si el universo es tan malo, o aun medianamente malo, ¿cómo explicarse el que a los seres humanos se les ocurriera atribuirlo a un creador sabio y bueno? Puede que los hombres sean necios, pero no tanto como para llegar a eso. Por consiguiente, también inferir la bondad y sabiduría del Creador a partir de los acontecimientos de este mundo, habría sido, en toda época, igualmente descabellado; ¿De donde saca el hombre tales ideas? ¿Ignorancia de los que nos precedieron, o una noción clara y firme de un bien y mal absolutos?

En el caso del ateísta, ¿como es posible, si su pensamiento parte de lo lógico y racional, que cada instante base sus argumentaciones en un bien o mal inexistentes? Porque ese es el punto más frágil del ateísmo: si no hubiese Dios, no habría ateos. No se lucha en contra de algo que no existe, no tiene ningún sentido práctico ni lógico. ¿Por qué enfrascarse en una lucha para defender (o atacar) lo indefendible? ¿Por qué hay tantas personas dedicadas a la tarea de atacar lo que ellos consideran una mentira, una falacia, fantasía o en el peor de los casos, algo inexistente?  ¿Por qué no existen sociedades en contra de los seres mitológicos (Hadas, faunos, Centauros, hombres lobos, o los muy de moda vampiros) pero si asociaciones en contra de Dios? Personalmente creo que el ateo, al igual que todos los demás, conoce el estándar, la Ley de la naturaleza humana, que está grabada en su corazón.

Si solo hubiese tinieblas, y por tanto, no existiesen criaturas con ojos, ¿tendría Algún sentido que esas criaturas desprovistas de la capacidad de percibir hablasen de la intensidad de la luz o de sus defectos?

Post Scriptum

Lamento si he decepcionado a los que creían que iba a desarrollar la pregunta a partir de una exégesis del texto bíblico. Si respondemos de manera bíblica, a partir de a filosofía cristiana, no se puede ser bueno por uno mismo. No hay justo ni aún uno. Además de acuerdo a las escrituras todo bien, aún el involuntario, procede de Dios: ‘toda buena dádiva y todo buen don procede de lo alto, del Padre de las luces…’

2 comentarios

  1. Interesante, mas debo decir que errado en muchos aspectos. Generalizas el ateísmo y creas una imagen bastante distorsionada de ello.

    Primero, ¿Por qué son «insatisfactorios a fuerza de reprobar el examen lógico que claman poseer» los argumentos de ateos brillantes como los que has mencionado? ¿No te parece increíblemente inmadura y cerrada a tu opinión tal declaración? Te contaré porque sientes que son repetitivos: esto es porque los creyentes siempre defienden los mismos argumentos que son destruidos UNA Y OTRA VEZ por los ateos que deben escuchar y repetir respuestas, debido a la necedad del creyente.

    Mientras un ateo defiende su razón por medio de las ciencias exactas Y las ciencias sociales, el creyente se defiende por medio de la fe (creencias generalmente infudadas o basadas pobremente y por tradición). Realmente eres lo suficientemente ignorante y poco observador para tratar de desmentir la Teoría de la Evolución con un argumento como «Son muy pocos los científicos respetables que en la actualidad crean en la teoría de evolución, siendo tan evidente que la misma no consiste en un ataque contra la fe, sino contra la razón, de hecho no conozco un solo físico teórico u astrónomo que crea en la misma.» Comparar el campo de estudio de un biólogo con los campos de la física y la astronomía me sorprende de sobremanera. Sin embargo, te daré un nombre para que te des cuenta del error en el que cae tu argumento: Stephen Hawking.

    Si el argumento del ateísmo es, fue y siempre será el mismo, ilumínanos, ¿Cuál es?

    Tu apología innecesariamente extensa sobre el «estándar» del bien y mal, dícese según tú, la «conciencia», considera que es necesario tener una base «divina» para ello, cuando incluso en tu argumento has probado que es una base CULTURAL y que toma en cuenta, léase bien, no el «bien y mal» sino el COSTO y el BENEFICIO que conllevan el realizamiento de acciones en cualquier círculo personal y social del ser humano. ¡Ah! Y puedes seguir generalizando, pero muchos de los no creyentes no tienen argumentos tan pesimistas (véase Carl Sagan y Douglas Adams, te recomiendo que los leas) sobre el fin de la existencia y la vida del Universo.

    ¿Un creador? ¿Quién creó a tu creador? ¿Quién le dió su «estándar» para definir la «bondad» de su «creación»?

    ¿»Si no hubiese dios, no habría ateos»? Con la misma lógica entonces: si existen fans del Señor de los Anillos, ¿Cómo no va a existir Frodo? O mejor aún: si no hubiesen unicornios, no habría gente que niega su existencia real. Pésimo argumento. Si «x» no existiera, «y» tampoco. Jamás una explicación de existencia.

    «¿Por qué no existen sociedades en contra de los seres mitológicos (Hadas, faunos, Centauros, hombres lobos, o los muy de moda vampiros) pero si asociaciones en contra de Dios? Personalmente creo que el ateo, al igual que todos los demás, conoce el estándar, la Ley de la naturaleza humana, que está grabada en su corazón.»
    Por el mismo hecho de que, debido a que se han desmentido esos seres fantasiosos con el tiempo, no hay necesidad de llegar a un acuerdo sobre lo fantasioso de ellos. De la misma manera, ¿Por qué no existen sociedades que tengan fe en los seres mitológicos y los defiendan a capa y espada con base en su fe? Con el tiempo es altamente probable que en el futuro se vea el creer en deidades como algo fantasioso del pasado. Esto conforme avance la razón, la ciencia y el entendimiento (nos falta MUCHO a los seres humanos para ello). ¿»Grabada en su corazón»? Si esas «leyes» estuvieran grabadas en nuestro ser, ¿Por qué habríamos de educarnos en CIENCIA y ÉTICA?

    Finalmente, concluyo que al tomar a los ateos en un modo sumamente general, has tomado un rango bastante grande y diferenciado tanto de personas como de ideologías, pensamientos y formas de vivir. «Bien» y «mal» son conceptos subjetivos que no tienen nada que ver con «inspiración divina» ni con «conciencia». La ética nace de conocer los costo y beneficios tomando en cuenta nuestra naturaleza egoísta y cómo actuamos o deberíamos actuar en el día a día, basándose siempre en el respeto. ¿Se puede ser «bueno» sin creer en una deidad? Absolutamente, y no hace falta entrar en apología para comprobarlo.


  2. Pienso que habemos personas que hacemos mucho bien, supongo que yo lo hago porque tengo varios proyectos de cooperación y lo hago sin ningún animo de lucro, y sin esperar ningún premio divino por ello. Soy ateo, o no creyente, o agnostico o como quieras llamarme. Yo no lucho contra los creyentes, los respeto (aunque mi posición no sea así respetada, es incluso hasta criminalizada) simplemente me gustaría un mundo con menos fanátismo religioso, donde la gente crea en lo que quiera pero que no hubieran personas ni organizaciones que se enriquescan con la ignorancia de esas personas, y promoviendo un mundo intolerante hacia las personas diferentes.

    En nombre de dios se discrimina, se ofende al que piensa diferente y hasta se asesina, ese mundo es el que ya no queremos las personas «ateas».

    Ver un mundo bueno o malo, es como decir que sólo hay personas blancas y negras, cuando en realidad hay amarillos, rojos, blancos, negros y una gran tonalidad de grises. Lo bueno puede ser malo para otro, y hay cosas no tan malas y las hay graves.

    Me llama la atención cuando mencionas que los «ateos» siempre tienen la misma respuesta… cuando son los creyentes cuando si pasa algo «bueno» dicen: Dios lo quiso así, y cuando pasa algo «malo» dicen lo mismo…. la ciencia y la razón cambia, evoluciona, se autocorrige; mientras que la biblia (y otros libros sagrados) son tan estrictamente definidos que si creyeramos todo lo que dice aun creeriamos que la tierra es plana y que todo el universo da vueltas a nuestro alrededor, cuando nosotros somos tan solo una partícula de polvo perdida en el infinito.

    Soy ateo, respeto todas las formas de pensar, si existo dios o no, me da igual, yo actuo utilizando el sentido común en bienestar de todos y del mio propio, el RESPETO es para mi más importante que la creencia de un dios.

    Saludos!



Deja un comentario