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Cuentos de misterio: El triunfo de la luz sobre las tinieblas

enero 29, 2010

Pasé algún tiempo pensando el nombre que le vendría bien al presente ensayo. Y aunque más de una vez pasó por mi mente el tema: ‘cómo escribir un cuento policial’, creí que las pretensiones de dicho título estaban muy por encima de lo que ofrezco.

Escribo acerca de los cuentos detectivescos, y lo hago consciente de haber fallado en la tarea de escribir uno. Pero he fallado muchas veces. Y por tal razón, mi experiencia es de naturaleza científica y más bien practica, por lo cual espero presentar algún beneficio a aquel que se adentra a este interesante mundo.

Vivimos en una sociedad en la que la demanda gobierna sobre el producto. Existen en el mercado manuales y métodos acerca de casi cualquier cosa: asombrará al observador curioso la variedad de opciones existentes, que ofrecen una manera fácil de cómo aprender cosas que no pueden ser aprendidas, y en un tiempo récord. Incluso las facetas del periodismo y la literatura de las que resulta más evidentemente que no pueden ser aprendidas, son enseñadas con asiduidad. Se nos enseña como tener amigos, cómo triunfar en la vida, cómo escribir poesía y hasta la manera de encontrar el ‘verdadero amor’, más yo no ofrezco ninguna de esas patrañas aquí. Es mas, tampoco ofrezco un método. Pero si ofrezco al lector algunos elementos que son, a mi parecer, importantes en el mundo de los cuentos de misterio. Y es que este género es, en mi opinión, una muestra clara de sencilla artesanía literaria, más constructiva que creativa, que podría ser enseñada hasta cierto punto e incluso aprendida en algunos casos muy afortunados.

Me produjo cierto desagrado leer en algún lugar (lugar que estoy en proceso de olvidar), que a algunos les ha dado por llamar ‘novela negra’ a la novela de misterio, pues esto va totalmente en contra de lo que considero uno de los elementos más importantes del relato de misterio. Según Chesterton, al escribir un relato de misterio, el autor debe tener en cuenta que el principal objetivo del cuento policial es, ante todo, la Luz y no la oscuridad. El cuento se debe escribir para el momento en el que el lector comprende por fin el acontecimiento que era el objeto de intriga, no simplemente por los múltiples preliminares en que no. Y la mayoría de los malos cuentos son malos porque fallan en este principio. Creo que aquí surge el principal error de los escritores de este género, pues muchos creen que su labor es mantener confundidos a sus lectores, sin importar si les decepcionan al final. Y no se trata tan solo de cubrir un secreto. Se trata de hallar un secreto digno de esconder.

El clímax de este tipo de relato no puede ser anticlimático. No podemos invitar al lector a un baile de gala para dejarle abandonado en una zanja en medio de la nada. Al desentrañar el misterio, las profundas tinieblas que oprimían el entorno deberán servir solamente para acentuar la majestad del amanecer. Creo que no estoy exagerando cuando digo que este principio es fundamental en los cuentos de detectives. De nada nos sirve una multitud de Watsons corriendo de un lado para otro, con los ojos desorbitados, si no tenemos al final algo digno que develar. Es, incluso, un principio que se muestra en la Biblia: los que han estado sentados en las tinieblas llegan, al final, a ver una gran luz.

Chesterton señala en su ensayo acerca de los cuentos de misterio algo que considero muy interesante. Uno de los cuentos que mejor modela el ‘ideal’ del relato policial, lleva curiosamente el nombre de ‘Resplandor plateado’ (‘Silver Blaze’). Es de esas cosas de la ‘casualidad’ que nos asombran. Nuestro modelo de cuento policial no es ‘negro’ sino un resplandor.

Esto nos lleva a un segundo principio. El alma de todo cuento de misterio no es la complejidad sino la sencillez. El secreto puede ser complicado, pero debe ser simple. Esto también es parte de la marca que distingue las historias de calidad de las demás. El escritor está ahí para brindar una explicación, pero no debería explicar su propia explicación. Ésta debe hablar por sí misma. Deber ser  breve. Debería ser algo que pueda ser dicho con el último halo de voz del malo, o algo que pueda ser gritado por la heroína antes de desmayarse por la impresión de descubrir que dos mas dos son cuatro.

Es un triste juego que el escritor complique más la solución que el misterio mismo, y debo decir, por experiencia propia, que como lector me sentí profundamente ofendido cuando el autor me hizo esta jugarreta.

De lo anterior surge el siguiente principio: el hecho o personaje que lo explica todo debe ser familiar al lector. El criminal debe estar en el primer plano, pero no como criminal; tiene que tener alguna cosa que le brinde el derecho de permanecer en el proscenio.

Ya mencionamos que tomaremos a ‘Silver Blaze’ como nuestro cuento modelo. La obra de Sir Arthur Conan Doyle es tan conocida –quizá tanto como la de Cervantes o Shakespeare– que no le arruinaremos la fiesta a nadie si develamos el secreto de uno de sus muchos cuentos. En el cuento, a Sherlock Holmes le informan que un valioso caballo de carreras ha sido robado, y que el entrenador que lo cuidaba fue asesinado por el ladrón. Después de todo el embrollo nos asombra descubrir la identidad del asesino del entrenador, ya que fue el mismo caballo el que mató al entrenador antes de huir.

Esto modela mucho de lo que ya hemos hablado, y con mucha sencillez. El caballo da nombre al cuento, se habla del caballo en todo momento, y el caballo se mantiene en el primer plano en todo el relato. Lo que nos sorprende es verlo como criminal. Es un cuento en el que el caballo hace el papel de joya hasta que recordamos que una joya también puede ser usada como un arma.

Entonces no podemos darnos el lujo de dejar al criminal como un cabo suelto en la historia. El criminal debe tener un motivo justificado, una manera convencional y debe representar una figura familiar actuando de manera poco convencional. Una parte importante en este juego es hallar una razón que justifique la acción, es decir un motor que sea creíble y que a la vez despiste al lector, justificando la visibilidad del criminal sin revelar su motivo principal. Si el criminal no aparece sino hasta al final, cuando todo se resuelve, no hemos escrito un cuento de misterio, hemos realizado un acto de magia.

El cuento de misterio es un juego. Y el autor no juega contra el criminal, sino contra el lector.

El relato debe iniciar con una idea. No importa si el detective empieza a descubrir el misterio desde afuera, el autor debe conocer el misterio desde adentro, teniendo muy clara la idea; todo buen relato nace de una buena idea.

Creo que estos principios aplican a la mayoría de formas de cuentos detectivescos. No importa si el método del detective es uno excesivamente lógico (como en el caso de Holmes), o un método Psicológico (como el de Poirot, el detective belga creado por Agata Christie), o uno más basado en el conocimiento de la naturaleza humana (como el del Padre Brown), pues es necesario recordar que en algún momento los métodos se complementan.

Personalmente siempre critiqué la agudeza mental casi enfermiza de Holmes y sus conocimientos, específicos en demasía, que dejan al lector sin todos los recursos para resolver el misterio. Mi gusto se inclina más por la forma desarrollada por Poirot y el Padre Brown. A pesar de eso no debemos desmeritar la labor de Conan Doyle al crear el arquetipo del detective, con su pipa y característica nariz aguileña. Nos lo imaginamos siempre a la caza de un misterio, o tocando su violín en su apartamento-oficina ubicado en el 221 de la calle Baker y recordamos que los misterios tienen una explicación.

A todo aquel que sea ajeno al género policiaco, recomiendo con gusto cualquiera de los relatos que envuelven a los tres personajes mencionados anteriormente. El lector puede inferir con claridad que ellos ocupan los primeros lugares según mi gusto personal, aunque existen muchos otros autores que vale la pena leer.

Creo necesario decir antes de concluir que, en mi opinión, la popularidad de los cuentos policiales descansa en nuestra familiaridad con lo extraño, en nuestra necesidad de lo desconocido. Como dice una canción de Sixpence None the Richer, ‘We live inside of a mystery’ (‘vivimos dentro de un misterio’), y de alguna manera todos hacemos el papel de detective alguna vez en nuestra vida. La vida es el misterio más intrigante que nos toca resolver, y ella misma es más emocionante que una docena de novelas de misterio revueltas con una cuchara.

Descarga El Candor del Padre Brown de G.K. Chesterton en PDF

Descarga Las Aventuras de Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle en PDF

Descarga muchos e-books de Agatha Christie en varios formatos

Un comentario

  1. esta fasinante tu cuento



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